Esta pieza nace de todas esas preguntas, de todas esas ausencias amontonadas en el propio cuerpo, de ese no saber ahora dónde, con quién, cómo. Nace de la presencia de los ausentes. Nace de los vestigios del camino recorrido y de los indicios del camino por recorrer.
Un solo de danza es siempre una comunidad de solitarios. Aunque Pau Aran baile solo, con él están Consuelo Trujillo y Alberto Conejero. Y, con ellos, junto a ellos, César Moro.
César Moro que fue enigma,
César Moro que fue relámpago,
César Moro que fue encrucijada,
César Moro que fue deseo.
César Moro fue el nombre artístico o la nueva identidad que Alfredo Quíspez-Asín Mas (nombre real del artista) extrajo de una obra de Ramón Gómez de la Serna. Con esta denominación vivió y creó al margen de cánones y preceptos y formuló un lenguaje propio en castellano y francés, durante una vida corta y apasionada que transcurrió entre Lima, París y México. Los secretos de la condición humana y, especialmente, los misterios del amor, están en el centro de su obra.
El dramaturgo de esta pieza, Alberto Conejero (autor de obras teatrales como Todas las noches de un día, La piedra oscura o La geometría del trigo, entre otras), se ha basado para la ocasión, especialmente, en La tortuga ecuestre, las Cartas de amor a Antonio (1939) y la obra de 1942 Lettre d'amour, todo combinado con elementos biográficos de un escritor y artista plástico que tuvo una relación especial con el mundo de la danza, un arte al cual no se pudo dedicar a causa de una lesión.